lunes, 22 de octubre de 2012

La naúsea (o el asco)


La naúsea (o el asco) - coautora: Andre



¿Esa pared es verdadera? ¿O es el llanto no expresado que nubla todo, que tapa 
todo...que esconde todo?
Porque, verás, hoy no fue un gran día para mis demonios interiores. O de hecho, si lo 
fuees para Mi que el día fue una auténtica bosta (le pido al lector de turno que 
ponga la palabra que quiera para expresar "mierda" ahí...yo prefiero la expresividad 
sin lijar).
Convengamos en que a veces tengo la muñeca más floja de lo conveniente, 
y entonces se rebelan con facilidad. Pero no deja de ser cierto el hecho de que más 
de uno insiste en alimentarlos con frecuencia.
Y hoy, señores, se dieron un banquete pantagruélico
Llegada la noche. Si, ahora. Es cuando se erigen con sus barrigas despreciables: 
no satisfechos. El festín todavía no termina y ellos más que dispuestos están
a continuar alimentándose de mis heridas y del cansancio que produce dolor.
Saludan la mente perversa que reproduce las imágenes que apestan el ánimo y el 
alma (si es que existe). Danzan ante la repulsión del recuerdo reprimido que puja
por salir. El ambiente se satura, hiede...el aire asfixia.
Y es que con la noche ganan fuerza. Los aromas a podredumbre se sienten con una 
fuerza cada vez más abrumadora, amenazando con derruir cada una de mis pequeñas
obras vitales (o al menos, aquellas que contienen algo de belleza). Y mi cuerpo, más 
desnudo que nunca – no importa cuanta ropa me ponga, en estos momentos 
siempre estamos desnudos, y ellos lo saben. 
Siento como las mil y unas heridas se empiezan a abrir  en mi piel (desde adentro, 
claro), como una suerte de tortura china increíblemente compleja. 
Una de las bestias roza su lengua contra los vellos de mi brazo, ya manchado 
con mi sangre invisible.
Y lo áspero me genera escalofríos. Lo húmedo pavor.
Sentir sus agudas uñas recorriendo mi cuello, mi espalda, me paraliza. Siento 
las paredes derrumbarse. Pierdo una batalla, una más.
Demonios alados, negros, brillantes. Demonios humanos más reales que cualquier 
ser mítico, más peligrosos.
Las uñas siguen rozando mi piel, llegan a la base de mi espalda. El miedo me atrapa 
en mí cuerpo. Y de nuevo el asco, la repulsión...el hedor. Escalofríos.
Lloro. No a mares, no a gritos. Cualquiera podría pasar delante de mí en este 
momento, y quizá pensaría que sonrío. ¿Y es que acaso no sonrío? O mejor 
dicho ¿acaso mi involuntaria máscara  anti-gas no parece sonreír?
Pero lloro, y eso parece darle al bicho asqueroso nuevos ímpetus.
Quiero pensar que todo esto es una batalla nomás  en una guerra que vengo 
ganando por varios cuerpos. Que no es la primera vez que me enfrento a él, y que 
incluso que no es la primer vez que me siento derrotada en mi coyuntura (muy 
adentro mío, de hecho, sé que vengo ganando por varios cuerpos).
Pero por el momento, su veneno me paraliza, espantándome...ausentándome del 
mundo. Y vaya si no soy parte del mundo.



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