martes, 16 de octubre de 2012




Un inicio posible - coautora: Andre


...como perros voraces devorasteis mi carne magullada...


Quisiera comenzar un relato fuerte, ensordecedor, de esos que enloquecen al lector; lo sacan de sí mismo y lo arrojan a senderos desconocidos para someterse a nuevas vicisitudes y experiencias.

Pero no puedo.

No puedo sacar de mi mente a los demonios con forma de can arrancando, rabiosamente, trozos de carne directo del cuerpo vivo de una mujer abandonada por motivos desconocidos y en condiciones deplorables.


Son perros ciegos, todos. De tamaños variados, aunque la abrumadora mayoría son cientos de pequeñitos, de mandíbulas pequeñas pero agudas. Se que la más de las veces, alcanzaría tan sólo con un reto, con un chistido suave para que pararan. ¿Pero es que acaso, acaso esa mujer alienada tiene las fuerzas suficientes para salir de su condición? ¿Pudo Prometeo pensar en golpear al águila con una roca montañosa mientras esta lo destrozaba incesamente?


Será, quizás, que para poder mostrar un sendero desconocido, uno al menos debe poder pensar de qué está hecho el terreno sobre el que se camina, y como se adapta nuestra conciencia a esas pisadas.


¿Tendrá uno que renunciar al cuerpo por momentos? ¿Apelar solo a la conciencia, a la fuerza no física que impulsa cada movimiento, cada quietud, cada soportar los colmillos adentrándose en la piel?


Dar con la respuesta más acertada será la causa, no el origen, de un oleaje subersivo. El chistido es insuficiente, o inadecuado. Ella misma será la que detenga a las bestias, ella quebrando una larga cadena que se ciñe a la vida. Una pesada carga que envuelve a las que como ella no tienen mucho que dar, que perder. Será ella la primera fisura...y sumando cuerpos, que se volverá que se volverán mujeres, comenzará el quiebre.





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