martes, 10 de marzo de 2015

Elogio de la mediocridad (2007)

En uno de los brillantes diálogos entre los protagonistas de “El Hombre Que Fue Jueves” (a propósito, cuando termines de leerlo, devolvelo), Chesterton, el hombre de la panza feliz, nos ponía frente a la siguiente discusión: Lucian Gregory, el poeta anarquista, sostenía que no había lugar más deprimente en el mundo, y no había cosa más ordinaria que un operador de subterráneo, que el subte mismo. Mientras tanto, sentado en la otra punta de la mesa, Gabriel Syme sostenía exactamente lo contrario…nos hacía ver, que contrario a lo que opinaba el anarquista, no hay cosa más extraordinaria, que (para dar un ejemplo más doméstico) tomarse el colectivo que va a Rosario desde Santa Fé, y que este, efectivamente, LLEGUE a Rosario; que ese colectivo bien podría terminar en Salta o en Beijing, o no llegar nunca: lo maravilloso era ese orden que permitía que las cosas fueran previsibles.
En El Eternauta, en su primera etapa, Salvo y el tornero Franco logran derrotar por primera vez a uno de los “Manos”. Mientras el Mano agoniza, recupera su “humanidad” (no es exactamente el término más apropiado, pero se entiende), y contempla una cafetera, una simple y corriente cafetera de lata. Y la describe como un objeto hermoso, aún cuando fuera un instrumento de los más ordinarios; logra ver en ella años, milenios de desarrollo humano, siglos de inventiva.
En diversas posturas artísticas es muy común que se sobrevalore lo raro, que se aplauda todo lo extraño, sólo por el hecho de ser diferente y extraordinario. También hay un notado menosprecio por todo aquello que sea común, por todo aquello “de todos los días”…en términos de muchos, todo eso es vulgar y feo. Se ha hecho de lo mediocre una denigración, y de la palabra patético, un insulto.
Pues yo me opongo, raza humana. Yo amo los colectivos. Amo caminar por las calles, aún con alguna bolsa de basura fuera de lugar. Amo ver los pocos potreros de fútbol que van quedando, y los niños sucios y transpirados insultando y corriendo detrás del balón. Adoro con todo mi corazón las tostadas que me hace mi abuela, todos los días desde que tengo memoria. Me gusta mi perro, también, con sus 15 años y su renguera encima.
No quiero sonar a discurso barato al estilo Coelho, no. Tampoco quiero ser un apologista del no evolucionar, no: siempre es necesario aspirar a más, a tratar de mejorar lo que nos rodea…mantenerse siempre en el mismo lugar es estúpido incluso.
Pero apunto a que también valoremos un poco más la mediocridad. ¿Dije mediocridad? Si, esa palabra tan poco querida hoy en día…la mediocridad, de acuerdo a los diccionarios, es lo mediano, lo de escasa importancia. Y yo digo que debemos valorar justamente eso: las pequeñas cosas, repetitivas si se quieren, que nos rodean.
Si no logramos reírnos y disfrutar (sin perder la visión objetiva en las cosas, por favor no caigamos en la locura) aún rodeados de las más normales cosas…estamos más jodidos de lo que ya estamos por ser humanos. Si no valoramos eso…entonces no sé para que estamos.
(Si, alguno podrá decirme que Podeti ya había hecho un post más o menos referido al mismo tema. Podrá ser, si…y probablemente el mío sea mucho más feo, y menos divertido. Pero tenía que dar mi posición al respecto, también).
"Sé siempre cómico en la tragedia. ¿Qué se puede ser sino?" (Gabriel Syme)

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